La procrastinación no es un problema de gestión del tiempo, como tantas veces hemos escuchado en ese tipo de cursos, sino un asunto psicológico bastante complejo.
Qué es
Básicamente es un problema de relación con uno mismo, que provoca una disminución de tu productividad y, simultáneamente, reduce tu sensación de autoestima.
Procrastinas cuando sustituyes la realización de la tarea más importante o relevante que quieres o tienes que hacer por otra tarea menos relevante o importante y te dices “ya la haré mañana”. Y ese “mañana” se alarga a otros “mañanas”.
Una distinción sutil pero clarificadora
La distinción “sustituir” es una de las claves para identificar la procrastinación y distinguirla de etiquetas muy comunes e inefectivas como, por ejemplo, perezoso, despreocupado, indolente u holgazán.
A quién afecta
La investigación de este “hábito aprendido” no tiene más de treinta años. Me ha llamado, extraordinariamente, la atención el retraso en su abordaje. Afortunadamente, el ritmo en su conocimiento se ha acelerado de forma notable en lo que va de siglo, apoyado en el imparable desarrollo de las neurociencias.
La procrastinación es un problema que afecta al 90% de la población, aunque de forma crónica sólo (!) la padece un 25% de la población general adulta.
Un estudio realizado en EEUU (2007) muestra que el 75% de los universitarios la padecen y que hasta un 50% reconocen que procrastinan de forma continua y la consideran un problema.
Un 95% de los procrastinadores declaran que les gustaría reducir este hábito, por las consecuencias que padecen en su productividad y bienestar.
Los estudios realizados también muestran que la procrastinación no está relacionada con la inteligencia, el tipo de ocupación, ni el sexo y que (afortunadamente) disminuye con la edad.
También resulta paradójico como algunos evidentes y notables progresos tecnológicos, como el correo-e o internet, están contribuyendo al incremento de este hábito. Dicho de otra forma, herramientas capaces de incrementar exponencialmente tu productividad, son las causantes de la merma notable de la misma, debido a su uso incorrecto.
Un hábito con orígenes complejos
La complejidad de la procrastinación se debe a la enorme variedad de los elementos que la generan. Además de los individuales (conductuales, emocionales y psicológicos), también influyen los sociales, culturales, los originados en los avances tecnológicos y determinadas predisposiciones biológicas y neurológicas.
Uno de los principales inconvenientes para abordar su reducción es su reconocimiento e identificación. Muy pocas personas son conscientes de que procrastinan y muchas de las que lo son desconocen que tiene solución.
La procrastinación es un gran problema invisible
Es grande porque afecta a una gran parte de la población y de manera crónica a uno de cada cuatro adultos – y ¡siete de cada diez universitarios! – y provoca cuantiosos daños económicos (mermas de productividad y retrasos de desarrollo) y de bienestar (autoestima, culpa, estrés, etc.).
Es invisible porque aparece como trasparente a la percepción de las personas. La transparencia se refuerza al desconocer que puede ser solucionada o reducida.
También contribuye a su “devaluada significación” el alivio que genera su utilización. No olvidemos que la procrastinación es una estrategia escapista. Cuando procrastinas “evitas” la realización de una tarea que temes o te incomoda de alguna forma. La recompensa que recibes al evitarla (fuerte sensación de alivio) te compensa momentáneamente, además de la (falsa) ilusión que generas cuando te dices que “no importa, ya lo haré mañana”.
Existen actos (aislados) y patrones (conductas) procrastinadores. También la procrastinación puede ser personal (las consecuencias sólo te afectan a ti) y social (cuando las consecuencias también afectan a otros).
Procrastinación junto con interrupciones son, en mi opinión, los dos elementos individuales principales que lastran la productividad y el bienestar de las personas y, por tanto, de sus organizaciones.
“Voy a dejar de posponer desde mañana”.
– Sam Levenson
Jaime Bacás, fundador de EXEKUTIVE Coaching y BATMETRIX, socio de ATESORA Group
Artículo publicado originalmente en abril 2010 para Senderos de Productividad