23 Nov 2022
No vayas en primera todo el rato

La primera y más valiosa lección que convendría que aprendieras, según Thomas. H. Huxley, es la habilidad para realizar lo que tienes que hacer, cuando necesitas hacerlo, te guste o no.

Puedes utilizar esa reflexión como una definición de disciplina.

 

¿Para qué sirve la disciplina?

Consideramos la disciplina como un motor interno principal que nos facilita el logro de nuestros objetivos.

Bastantes personas aún mantienen la creencia (auto-limitadora) de que la disciplina es un rasgo de carácter. Negar la posibilidad de que se trata de una habilidad y que, por tanto, puede ser aprendida y desarrollada les cierra la oportunidad de progreso por esa vía.

Otros que sí creen que sea una habilidad no se esfuerzan por desarrollarla.

Así nos encontramos con tantas personas que saben lo que quieren conseguir, pero no son capaces de hacerlo. Les cuesta un gran esfuerzo dar el primer paso. O, a veces, dan el segundo y acaban rindiéndose. Frecuentemente se acompañan con alguna excusa, que no explicación; entre ellas la preferida es la ubicua “no tengo tiempo”.

La disciplina o fuerza de voluntad, como otros la llaman, es clave en la implantación de los cambios conductuales requeridos en el desarrollo de la mayoría de las habilidades y competencias que aprendemos en el trabajo. Sin duda es el caso en las referidas al incremento de tu productividad.

Generalmente la disciplina se dispara a partir del establecimiento de un objetivo SMART. Los objetivos que incluyen esa cualidad incorporan un detonante de involucración.

Cuando te sientes involucrado puedes comprometerte.

 

¿Cómo conectan disciplina y productividad?

Establecer un objetivo, comprometerte a cumplirlo y disciplinarte en su ejecución constituyen una de las bases de tu productividad.

Puesto que la forma de crear un hábito es vía repetición, la dificultad reside en repetir la acción, un número de veces suficiente hasta que se haya convertido en automática. A partir de ese momento ya no te cuesta esfuerzo.

La disciplina tiene que ver, en este caso, con tu disposición para planificar y ejecutar la acción.

Planificar, en muchas ocasiones, se refiere a agendar tu acción. Es decir, en escribir el momento exacto en que iniciarás la acción.

Y ejecutarla significará, también en muchas ocasiones, evitar el impulso procrastinador que suele acompañarte cuando estás intentando salir fuera de tu zona de confort. Porque, no lo olvides y mantente alerta, tus nuevos hábitos, esos que quieres conquistar, viven fuera de tu zona de confort.

Cuando incluyes en tu accionar, las habilidades de planificación y ejecución, estás ampliando notablemente tus opciones de éxito.

 

Empieza a desarrollar tu disciplina, ahora

Elige y establece el objetivo SMART que quieras conseguir. P.e.: “Cada día la primera tarea que realizaré al empezar la jornada será la más importante -la que aporta más valor- y cuándo termine me recompensaré permitiéndome procesar el correo-e”.

Por tanto, agenda esa tarea en tu Calendario a la hora en la que llegas a tu empresa”.

Cuando llegue mañana y conectes tu ordenador, no abras tu cliente de correo-e, sino tu Calendario. Lee cual es la primera tarea que has decidido hacer y hazla. Y así durante veinte días. Para entonces ya habrás establecido tu nuevo hábito más productivo.

Tu disciplina será puesta a prueba desde el primer día. Intentarás procrastinar tu primera tarea, diciéndote algo como “bueno, primero le echo un vistazo rápido al correo-e, sólo un segundo, e inmediatamente me pongo con la tarea…”. Eso es justamente lo que necesitas evitar. Utiliza ese impulso procrastinador como recompensa a tu disciplina.

Felicítate cuando hayas completado tu compromiso de ejecutar la primera tarea. Esa tarea representará, la mayor parte de los días, si la has priorizado correctamente, tu mayor contribución a la empresa.

Aprovecha la satisfacción que, sin duda, vas a experimentar en ese momento para mantener una inercia productiva a lo largo de tu jornada.

 

“Cuando nada parece ser de ayuda, voy y miro un martillo picapedrero golpeando una roca,  puede que hasta cien veces, sin que aparezca ni una sola grieta.

Sin embargo, al ciento y un golpe la rompe en dos, y yo sé que no fue ese golpe el que la partió, sino todos los anteriores”. – Jacob Riis, fotógrafo y periodista

 

Jaime Bacás, fundador de EXEKUTIVE Coaching y BATMETRIX, socio de ATESORA Group

 

Artículo publicado originalmente en noviembre 2010 para Senderos de Productividad

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